Iniciar una publicación como esta es una invitación a compartir, a pensar colectivamente desde múltiples lugares y formas de ser y estar en el mundo. Cuando Carlos La Serna nos convocó, lo hizo desde esa camaradería propia de otras épocas y al mismo tiempo plenamente situada en siglo XXI, que nos interpela desde el rol de la academia y las condiciones socio políticas e históricas en las que transcurre nuestra vida.
Pensar en diversas formaciones disciplinares y el arte, conviviendo en una revista digital me pareció más que interesante. Invitaba a salir del universo de una academia cada vez más individualizante y competitiva, cuyos estándares de calidad responden a intereses no siempre explícitos o conscientes para quienes la transitan. Y a entablar diálogos con el arte, siempre vanguardia histórica. Todo un desafío.
Y además con un sugerente nombre: La Cigarra… Título que rinde honor a la gran María Elena Walsh, poetisa y artista enorme de nuestra tierra a quien conocí (no personalmente sino en su obra) y disfruté desde mi primera infancia. Su poesía y música me acompañó a lo largo del camino. Tanta belleza en sus poemas, tanta experiencia en esa expresión: “Sin embargo estoy aquí, resucitando…”
Al mismo tiempo, el título me remitía a la famosa fábula de la Cigarra y la Hormiga, cuya moraleja mostraba a una frívola cigarra que cantaba, mientras la hormiga trabajaba para tiempos futuros: el frío invierno. Mundo dual: blanco o negro, bueno o malo, goce o sufrimiento; haraganería o responsabilidad.
Muchas veces me sentí hormiga y por tanto, no me gustaban las cigarras que terminaban beneficiándose del duro trabajo ajeno. Pero nunca pensé en cómo se vería a sí misma la cigarra o cómo se contaría la historia desde su mirada. Quizás ella estaba programada para cantar y con su canto rompía el silencio mitigando el dolor de las plantas, que eran arrancadas por las hormigas. Tal vez la música de la cigarra era un consuelo en esa escena de verano y no una muestra de haraganería. O podría ser las dos cosas. Probablemente la fábula tenía mucho más para enseñar.
No recuerdo haberme sentido cigarra o haberme identificado conscientemente con la conducta de la cigarra en la fábula, aunque acaso en algunos momentos de la vida actué como ella. Habría que preguntarle a otras hormigas…
Hormigas y cigarras fuimos todes, depende de quién cuente la historia. Y lo importante sería, como dice la canción: “seguir cantando”.
Feminismos y ecologismos
Para seguir cantando y siguiendo la idea de ampliar las perspectivas desde las que observamos el mundo, quisiera referirme a nuevos pensares y decires relacionados con los feminismos y ecologismos, con la intención de provocar reflexiones que nos lleven hacia otros haceres, imprescindibles en el siglo XXI. En el seno de este continente latinoamericano atravesado por la ofensiva de las corporaciones transnacionales que vienen por todo, se están gestando formas otras de producir, organizarse, vivir en un mundo en el que, claramente se ha intensificado la explotación del trabajo humano y de la naturaleza.
Guerras, pandemias, debacle ambiental, híper concentración de la riqueza y pauperización de miles de millones de habitantes del planeta, obligan a reflexionar acerca de nuestros accionares y sentipensares. Las medidas que se están adoptando desde los centros de poder padecen de un sonambulismo delirante. Algo que, lejos de ser errores, son decisiones orientadas por la lógica de la ganancia y la acumulación, en un escenario en el que muy poquitos se enriquecen en escalas escalofriantes.[1]
Sin embargo, aún es posible su continuidad; el orden social se sostiene con sus lógicas predatorias. ¿Serán los feminismos y ecologismos movimientos que puedan poner en jaque al sistema?; ¿Cómo se gestarían alternativas político sociales que ofrezcan una salida o que intenten construir caminos que trasciendan el capitalismo neoliberal extractivista patriarcal?; ¿Será América Latina un escenario privilegiado para ello? La amplitud de los interrogantes excede estas pocas líneas, pero señalan un camino para pensar en colectivo.
Los siglos de opresión patriarcal y la vertiginosidad de la crisis ambiental están eclosionando en este tiempo. A partir de la exacerbación de la violencia con que el capitalismo ejerce su poder, las cuerpas y los territorios se ven profundamente afectados. Resistencias a la fase neoliberal del capitalismo y a sus políticas de muerte proliferan por el globo y, sin embargo, aún se mantienen vigentes en la mayor parte del planeta. Esto constituye un éxito hegemónico, que ha logrado penetrar y adormecer las conciencias, naturalizando las injusticias, inequidades y desigualdades.
La forma en que va organizándose ese tejido que penetra las subjetividades, configura una trama sumamente compleja, siempre atenta a contener y eliminar los intentos por transformar el orden social. Puede verse como, desde diferentes organizaciones de la sociedad civil y el aparato estatal se van generando discursos sobre los territorios, teñidos de multiculturalismo, equidad de género, defensa del ambiente, mientras sus prácticas continúan siendo indiscutiblemente extractivistas. Es entonces muy necesario observar las prácticas antes que los discursos para comprender nuestra historia.
Considero ineludible poner el foco en la conquista de estas banderas por parte de los centros de poder: organismos multilaterales de crédito, organizaciones internacionales, usinas de pensamiento (think tanks), academias, han propiciado determinadas políticas públicas enarbolando un discurso crítico respecto de la situación ambiental tanto como acerca de las diversas condiciones de género, pero trasformando demasiado poco en la realidad. En nuestras sociedades organizadas son los poderosos quienes deciden el rumbo, hacia donde vamos y de qué manera. También son quienes nos dicen cómo es el mundo en que vivimos y cuál es nuestro papel en él (Therborn, 1998). Específicamente las clases económicamente poderosas alcanzan el dominio dirigencial, político e ideológico construyendo consensos mediante procesos de equilibrios y desequilibrios constantes, traduciendo al sentido común sus cosmovisiones.
Hegemonía no significa acuerdo pleno u homogeneidad, sino que implica disputa de verdades. El ámbito de la hegemonía es donde tienen lugar los debates filosóficos, políticos e ideológicos. Un determinado grupo, vinculado con intereses materiales concretos logra cierta hegemonía cuando puede tomar decisiones que le benefician, cuando puede concretar las acciones que favorecen sus intereses particulares, aunque haya resistencia; es decir, cuando puede ejercer el poder.
No se trata de un conjunto ordenado, exento de contradicciones. Ruy Braga, Francisco de Oliveira y Cibele Rizek (2010) compilan una obra que nos invita a pensar en la forma en que el neoliberalismo ha logrado apropiarse de banderas transformadoras (en múltiples sentidos) y las ha utilizado en una especie de “hegemonía as avessas”. Esto se puede traducir como una hegemonía invertida o al revés, y supone la utilización de las banderas de sectores subalternos por parte de las dirigencias para no modificar el rumbo de sus decisiones en el ámbito económico, pero al mismo tiempo, sostener cierto grado de apoyo y popularidad. En otros términos, una forma de domino mucho más sutil y confusa, ya que sostiene la preocupación por las desigualdades, las inequidades e injusticias en términos ambientales o de género mientras ahonda las decisiones que las perpetúan.
El marco en el que se desenvuelve el espejismo, es la idea de desarrollo, la que se viste con ropajes de sustentabilidad e incorpora la perspectiva de género. Ya desde 1972 economistas desarrollistas promovían la participación de las mujeres en programas de desarrollo. En 1975 Naciones Unidas celebra la Primera Conferencia Mundial del Año de la Mujer, focalizando la problemática de pobreza y mujeres y promoviendo su integración en políticas de desarrollo. (Coba, Maher, Zaragocin y Vallejo, 2022)
Pensar en la integración de las mujeres al desarrollo desde la mirada colonizadora resultó una estrategia más de la colonización y dominación de los cuerpos femeninos y los territorios. Desde Bolivia, Domitila Barrios de Chungara, luchadora contra la explotación a mineras y mineros, reclamaba a las feministas blancas del norte su desconocimiento sobre las condiciones de opresión en que se ejercía el poder colonial, tanto de varones como de mujeres ricas. Ya en los años ´90 y en pleno auge neoliberal, se inaugura la incorporación del enfoque de género en los proyectos de cooperación y asistencia para el desarrollo. De la misma forma se declara la preocupación por el equilibrio de los ecosistemas.
Desde los organismos multilaterales de crédito y organizaciones globales hay una apropiación discursiva, reproducida en la academia, que no hace más que garantizar el sostenimiento del status quo. Por ello los ecologismos y los feminismos deben tomar la palabra, siempre estando alertas sobre las estrategias de los poderes fácticos.
Referir a ecologismos y feminismos en plural hace justicia a la pluralidad de ambos movimientos. Los cruces entre feminismos y ecologismos han sido múltiples y variados a lo largo de diferentes momentos históricos. En las últimas décadas, particularmente en América Latina, la defensa de la Vida en su sentido más amplio, atraviesa ambos movimientos. También comparten el hecho de que muchas de sus banderas son apropiadas por los discursos poderosos, para garantizar la inacción.
Nuevos haceres requieren de la transformación de pensamientos y valoraciones. Para convertir la mirada colonizada, heteropatriarcal, extractivista, mercantilizada, que inunda la academia y las corporaciones mediáticas hasta transformarse en el sentido común, debemos comenzar por tomar conciencia de ello. Sería importante salirnos de la fábula y de la dualidad; reconocer otros mundos reflexivos, ancestrales, poderosos que sostienen los movimientos ecologistas y feministas en América Latina.
La multidimensionalidad de la Vida invita a despojarnos de lógicas mercantiles, individualistas y competitivas para ingresar al mundo de las complementariedades. Por ahora, se ven semillas germinales pero que nos alientan a creer que son posibles las profundas transformaciones ineludibles para sostener la vida en la Tierra. Y así, seguir cantando… al sol, como la cigarra.
[1] Para ejemplificar: En el Informe anual de OXFAM[1], se señala que: “Desde 2020, el 1% más rico ha acaparado casi dos terceras partes de la nueva riqueza generada en el mundo. (…) Por cada dólar recaudado en impuestos a nivel global, tan sólo 4 centavos se recaudan sobre la riqueza. (…) En 2022, las empresas energéticas y de alimentación duplicaron con creces sus beneficios (…) mientras más de 800 millones de personas se iban a la cama con hambre cada noche.” (Elías, 2023:1)
Ilustración: «Everything Always Returns To Her», 2017, Brian Kirhagis.