María Inés Laje y Carlos La Serna |
Ati Quigua es Vicepresidenta del Consejo de la Ciudad de Bogotá, fue primera concejala indígena de Colombia. Es una activista, política ambientalista y pacifista indígena perteneciente al pueblo arhuaco de Sierra Nevada, Colombia. Es Administradora Pública y Magister en Gobierno y Política Pública. En la actualidad es miembro de la Comisión Asesora de Paz de Colombia.
Esta entrevista se realiza en el contexto del primer año de gobierno del Presidente Gustavo Petro que impulsa uno de los programas más relevantes a la consolidación de una genuina democracia en Latinoamérica. La presidencia de Petro viene ejerciendo una orientación fuertemente inclusiva que se manifiesta en un abanico de políticas que ha llevado por un lado a un cambio de prioridades que hace que «Por primera vez el país tiene una agenda realmente concentrada en luchar contra la desigualdad…”(1/2). Por otro lado, dicha fuente destaca logros económicos relevantes (3) que hace decir a un analista citado por la publicación que «El vaticinio de que íbamos para el abismo económico no resultó cierto». Un tercer logro, tiene que ver para esta publicación con el medio ambiente, tema clave para el segundo país más biodiverso del mundo y uno de los más vulnerables ante el cambio climático (4). Entre los desafíos el más relevante al gobierno de Petro es el objetivo de Paz Total, en tanto se entiende que “… no hay un logro concreto. No es un fracaso, sino es el resultado pendiente». Es claro que la muy dilatada ruptura del monopolio de la violencia armada que vive Colombia, exige de esfuerzos mayúsculos que exceden lo realizado por el gobierno, pero también el corto tiempo de gobierno (5). En síntesis, se afirma: “Los discursos de Petro, y una lectura del mundo distinta por parte del gobierno colombiano, han generado una curiosidad fresca por el país en la comunidad internacional.”
Es en este marco comentado con la concejala Ati, y luego de una referencia al conflicto aún en marcha entre el gobierno de la Provincia de Jujuy y los pueblos originarios alrededor de la propiedad ancestral y del usufructo de sus tierras, le preguntamos:
MIL/CLS: ¿Cuál es su opinión en cuanto a las relaciones entre el Estado y la Sociedad en la Colombia actual?
AQ: En la relación entre el Estado y la Sociedad, me he preocupado especialmente por la relación de los pueblos indígenas con el Estado, entre las ideas indígenas y un estado monocultural, excluyente y violento. A dos siglos de vida política se hace la reforma constitucional en 1991, la cual con dos representantes indígenas sanciona 18 artículos favorables a sus derechos. Es necesario recordar como varias generaciones de mujeres vienen entendiendo la historia desde sus vivencias, desde sus cuerpos. La mujer en la cosmovisión indígena es la representación de la madre tierra, que es la dueña de la ley de origen. Siendo como soy heredera de la resiliencia de varias generaciones, la memoria, el conocimiento y una visión que se proyecte a futuro, es muy importante frente al relato oficial que nos ignora.
En ese marco he estudiado la Administración Pública, he realizado investigación participativa, tanto al norte de Colombia en Sierra Nevada como en Bogotá. La Sierra Nevada de Santa Marta (Gonawindua) ha sido lugar estratégico para las llamadas “Bonanzas”, en los años 70 por la marihuana, luego por la coca. Somos un pueblo de paz, desde la no violencia resistimos la violencia sistemática del Estado que ha llegado al punto de en 1990 asesinar a nuestro cabildo gobernador y dos líderes espirituales, fenómeno que nos causó profundas heridas aún no resueltas. La violencia ha trastocado nuestros territorios, pero nuestra cultura siempre ha tenido un mensaje de paz para la humanidad. Hay otros tipos de violencia, por ejemplo la educación pública no incluye nuestras visiones y epistemologías, lo cual debe ser considerado más allá de cualquier ideología como una forma de garantizar la plenitud a la diversidad. La estructura socio jurídica, el sistema de conocimiento de nuestros pueblos han sido reconocidos por la UNESCO como patrimonio material e inmaterial de la humanidad.
Nosotros no separamos la sociedad de la naturaleza, la madre tierra es fuente del derecho. En nuestra sociedad de derechos tienen cabida todos los seres materiales y espirituales. A la naturaleza consultamos ancestralmente nuestras decisiones más importantes, no la excluimos como lo hace el antropocentrismo occidental. La diversidad cultural se reconoce en la constitución, pero a la hora del derecho en clave pluricultural hay muchos obstáculos. Para ese mundo “occidentalizado” las ideas de democracia son abstractas, sin arraigo, sin territorio. Se trata de ir hacia una democracia intercultural, plurinacional y en perspectiva emancipatoria. El nuestro es un sistema reflexiona y profundiza desde hace siglos en las ideas de una democracia bio-cultural, que es crítica de la visión multicultural del neoliberalismo que contempla la diferencia como mera mercancía y no atiende a la superación de las estructuras coloniales, que segrega y que impide la diferencia porque impone la homogeneidad.
MIL/CLS: ¿Cómo impacta esta dominación occidental en las comunidades y cómo actuaron frente a ella?
Por ejemplo, en los años 70 el Estado entregó la educación de los pueblos indígenas del norte de Colombia a la misión capuchina de la Iglesia católica, lo que se llamó la generación robada, en la cual prohibió toda expresión cultural: el pelo largo, la vestimenta, el uso de su lengua, los pagamentos a su territorio. Las mujeres resistieron esa violencia colonial desde la cultura y la pervivencia de la lengua. Hoy los niños indígenas en Bogotá, desplazados e impactados por el conflicto armado, que afecta mayormente a las comunidades, están muriéndose de hambre y de olvido. El conflicto impacta profundamente nuestros territorios, el futuro y los planes de vida.
En mi primer período como concejala de Bogotá trabajamos en una arquitectura institucional para una pedagogía infantil intercultural, en jardines infantiles en cada pueblo vistos como casas de pensamiento, y así avanzar en lograr que conservarán su identidad, pero también en un proceso de inmersión en la ciudad, con maestras indígenas que han sufrido el conflicto sabiendo hacia donde orientar su trabajo.
Nuestra visión del proceso de paz es un gran avance. Coloca a las víctimas en el centro, a la verdad y la no repetición. Tenemos que trabajar en profundizar la inclusión de la cuestión étnica, y el cómo impacta la violencia en las comunidades, en particular en las mujeres, el género, la familia y la generación. Una mirada interseccional es central para luchar por la memoria, la verdad y la justicia. Se busca superar este ciclo de violencia, reparar los daños producidos históricamente a campesinos, indígenas, afrodescendientes y los menos favorecidos. Bogotá es receptora de víctimas y como sociedad debemos ser solidarios, estar a la altura de un proyecto de sociedad diversa, respetuosa y de derecho. Cuando no se está presente dando el debate, el tema sale de la agenda o es tomado jerárquicamente por el Estado.
MIL: La cuestión de la emergencia suele agobiarnos.
Sí, el horizonte de mediano y largo plazo es lo que debe convocarnos, en mi cultura solemos decir que cada cosa la pensamos desde siete generaciones en el pasado y hacía siete generaciones en el futuro. Entre las formas que tenemos para sensibilizar, también utilizamos las redes, tratando de llegar a los grupos orgánicos como también al pueblo en general. Colombia tiene 102 pueblos indígenas, de los cuales Amazonía tiene unos 50. Tiene la mayor diversidad natural y cultural de la región lo cual está interrelacionado.
En el siglo XX se conformó un movimiento armado en el que no hemos participado, porque somos de una cultura de la palabra, de los consensos, de intentar mediar con reflexión. Incorporarnos críticas y pensamos en participar en una nueva democracia como nuestra meta. En 500 años es la primera vez que Bogotá tiene representación indígena. Muy bien la coyuntura, pero la memoria y el horizonte de largo plazo es lo que nos tiene que orientar.
En tal sentido, luchar contra la exclusión del indígena fue muy importante para mi familia. Mi abuela nos decía: o aprendes a expresar tus ideas en otro idioma, o van a pensar que eres estúpida. Pero no todos se pueden ir a estudiar, hay quiénes se quedan a cuidar la cultura en el territorio, dentro de sus conocimientos propios. Eso preocupaba a mi madre que estudió epidemiología y luego regresó, dedicándose a la salud sexual y reproductiva, a enseñar a producir los sueros orales. Formar una mujer, dotarla tanto de conocimientos propios como ajenos, no sólo transforma la vida de una familia sino la de un pueblo. Crecer sin perder la esencia es el camino de la humanidad. Creo por todo eso, que la mujer está ligada a la tierra, desde una perspectiva biocultural.
MIL/CLS: ¿Con ello aparece la cuestión de la política, de su ejercicio?
Liderazgo, política, formación, con voluntad de transformación… cómo hacemos para formar líderes que no traicionen, que no dilapiden el valor de los pueblos. Creo que eso tiene que ver con la formación de la voluntad, con la cualificación. Si vamos a tener un movimiento alternativo, cómo y con quién lo vamos a hacer.
Se trata quizás de pensar en cuestionar la formación del liderazgo burgués, para no perder el capital político que deberíamos representar. En mi cultura crear un líder toma generaciones, se piensa y orienta aún desde el momento de la concepción, se configura con guianzas espirituales, con rituales. Yo vengo de cumplir mandatos ancestrales y eso desata una violencia política, o te sometes a las reglas o te expulsamos, porque es más fácil una mujer funcional al poder, que una que demanda una inclusión colectiva, de respeto a las minorías políticas. En Bogotá he ganado tengo una bancada unipersonal. Es una conquista que me permite participar mucho más en el control político de las instituciones y gobierno de la capital. No es una concesión es una disputa porque ello me permite presentar iniciativas, avanzar en una agenda propia de nuestra comunidad, sino no tendría sentido participar de estos espacios en los que no se nos permite transformar, se quiere nos asimilar de manera forzada, condenarnos a una obsecuencia política.
CLS: ¿Qué significa la política para tí, para vuestras comunidades?
La política es un mecanismo de exigibilidad de todos los demás derechos, entonces es muy grave la exclusión. La violencia política que aplasta nuestros derechos a la participación y a construir nuestra voz. Es la proyección de nuestras comunidades en relación a su identidad y sus intereses. En mi caso los intereses de la naturaleza y de los derechos de la naturaleza, del agua, de los suelos vivos, de la diversidad biocultural y el patrimonio cultural que significan los saberes y espacios ancestrales. El pluralismo jurídico y político es finalmente como nos integramos. La violencia que se nos aplica parece sutil, pero es gravísima, porque el pluralismo jurídico es también cómo nos integramos en una estructura socio-jurídica que admita la diversidad. No es algo que tengamos que dar por sentado, todo el mundo a leer y pensar cómo lo hacemos, requiere un espíritu de innovación y creatividad y también de disposición de la política, en el sentido que se permita debatir, proponer tus normas, tu agenda.
MIL/CLS: ¿Cómo evalúas esta lucha y que perspectivas ves?
Yo quería un triunfo ideológico en este tercer período y lo trabaje con alma y vida y ahora que enfrento todo el acoso y violencia política, por parte de mi propio partido, un partido que se apartó de sus ideales indígenas y vende su alma al “todo vale”, pienso que nuestra plataforma ideológica no ha sido comprendida en su plenitud, bondad, riqueza, en su belleza, creo que hay un temor a lo distinto a lo alternativo, la gente imagina que esto es caótico.Tengo fé sin embargo que después de la pandemia como expresión de una crisis sistémica, de una crisis civilizatoria, estamos más cerca de reconciliarnos con la tierra, de los ciclos, de empoderar la comunidad, de reconstruir el tejido social. También hay una idea de la trascendencia, con plena conciencia y amor por la tierra y la humanidad, que no estamos yendo hacia un proyecto civilizatorio intercultural.
MIL/CLS: ¿Cuáles son aquellas bases de poder sobre las que se asienta vuestra lucha?
Yo creo que son cinco elementos centrales: el territorio más allá de su dimensión físico espacial y de la división político administrativa del estado-nación, sino entendido como sistema de lugares interconectados que son sagrados. Es entender al territorio con una relación intrínseca con quien lo habita y así ordenarlo, es entender a la naturaleza como fuente del derecho. Es así que en el año 1972 arranca un relacionamiento para explicar al estado que no comprende lo que es el territorio, que no se trata de municipios, departamentos, etc., sino de una territorialidad que es socio ecosistémica, lo que mi cultura llama “la línea negra” … proceso que lleva a la firma del decreto 1500 que empieza a reconocer la territorialidad de los pueblos indígenas, que creo es un precedente jurídico no sólo para Colombia… reconoce los sitios sagrados de los pueblos y desarrolla en la Constitución del 1991 los derechos a la tierra.
En el tema territorial, me quiero referir al sistema de conocimiento de los pueblos indígenas. En el caso me sitúo en los pueblos indígenas -categoría ésta muy amplia que no distingue cada pueblo en particular-, cuyo patrimonio inmaterial permite resistir toda esta violencia. Creo que hay que reivindicar el patrimonio cultural, la identidad y el patrimonio inmaterial -el conocimiento-, pero como base del ordenamiento del territorio. Generalmente occidente separa todo, lo material de lo inmaterial, lo cultural de lo natural… pero tenemos que tener una mirada integral de los patrimonios, entender que el patrimonio inmaterial como el sistema de conocimiento propio son bases del ordenamiento territorial. En el territorio, somos una unidad político espiritual, somos una unidad identitaria, cultural y de proyección de nuestro mensaje para la humanidad.
Otro elemento es el relacionamiento de los pueblos como de gobierno a gobierno, horizontal, sin jerarquías de forma estado-indígenas que subordinan. También entender las formas organizativas propias de los pueblos es importante. Creo que cualquier pueblo que pretenda un proceso de transformación de las relaciones sociales de dominio y de las relaciones políticas tiene que tener una organización social muy fuerte, tanto en su estructura social como en su estructura política. Nosotros como pueblos de las sierras somos una organización nacional de los pueblos indígenas, la Confederación Indígena Tayrona. Pero también una organización socio cultural estructurada por linajes de conocimiento, por la guía espiritual de nuestros “Mamos”, lo cual es un gran valor en mi cultura, ello se hereda de abuelo a hijo… Estas formas organizativas no son respetadas. Las estructuras como los cabildos de carácter colonial, como formas de recaudación de impuestos, formas coloniales opuestas a las de las comunidades son inventos, pero con estos conocimientos hemos sabido adecuarlos a las decisiones de nuestras estructuras internas de gobierno.
La medicina es finalmente otro tema central: el conocimiento sobre las plantas, los bio-tratamientos, constituyen herramientas básicas al cuidado y mantenimiento de la salud de nuestros pueblos. La salud en nuestros pueblos es un tema central, allí es donde se define el “buen vivir”, e incluso el Tanu Zanamu que es la paz interior,
Todo ello confluye …. No sé si se puede sintetizar en lo que occidente entiende por cultura. Pero la cultura son nuestras formas de consumir, de producir en una economía viva, la democracia, en nuestro caso la cosmocracia vital. Más allá de la voluntad popular, quien gobierna, hay un sistema de consulta, para ser un líder la madre tierra tiene que reconocer las facultades, cómo fue concebido, criado, por madre y padre, en una situación espiritual, emocional. Tanto nuestros mandatos, estructuras y ley de origen como los líderes son concebidos no sólo por sus padres, también son hijos del cosmos. Los legados ancestrales de nuestros pueblos han estado presentes ininterrumpidamente, en un tejido intercultural, de tierra, agua, sol y plantas. Esas tradiciones hacen la diferencia. Yo no entendía, cuando era niña, para recibir el hayo (6) tenía que estar sentada cuatro noches sin dormir, pero entendí que en esas jornadas extenuantes de la política, había que manejar más allá del cansancio, la alimentación, las energías, la capacidad de reflexión…, entendí así porque muchos sucumben tan rápido a la presiones y violencias …. Si todos hiciéramos ese ejercicio tendríamos otra sociedad.
MIL/CLS: ¿Esas dimensiones, cómo se materializan en vuestra labor política?. La entrega de tierras realizada por Petro, por caso, ¿tiene algo que ver con vuestra reivindicación del territorio?
En el marco de los Acuerdos de Paz, el primer punto es la Reforma Agraria Integral. En Colombia 12.000 propietarios son dueños del 58% de las tierras productivas del país (ganadería extensiva, cultivos extractivos de palma con desvíos de ríos, etc.) Los pueblos indígenas en Colombia formalmente son dueños de territorios que tienen un alto valor ecológico, por ejemplo gran parte de la Amazonia. Cuando preguntamos dónde está la tierra para los que no la tienen, surge la discusión.
En la Sierra transformar el monocultivo de Palma agenciado por el Estado, es un tema central. En la Guajira, qué efectos tiene la transición energética para el pueblo wayuu transformar la problemática del agua. En general la economía extractiva ha empobrecido a los pueblos indígenas. El Estado sigue circunscrito a una matriz económica neoliberal de desarrollo, de mercado, que impide reconocer las economías de subsistencia de los pueblos, las economías de la naturaleza, las que terminan siendo desplazadas. Esto lleva a pensar en alternativas sistémicas, y si el Estado no está preparado para mirar la tierra de una manera diferente, quiere cambiar nuestros enfoques productivos. El Estado proyecta comprar las tierras. Hay 2,7 millones de hectáreas propiedad de los pueblos indígenas, cuya mitad se concesiona para actividades extractivistas minero energéticas y agrícolas, sin participación de los pueblos.
Los pueblos según la constitución colombiana tienen propiedad colectiva, inembargable, imprescriptible, inalienable. Pero el Estado dice que el sub-suelo es mío. Esto va más allá del gobierno de turno. Las comunidades demandan que la declaración de los derechos de los pueblos indígenas de la UNESCO del 2007, que las recomendaciones de la ONU sobre los derechos internacionales de los pueblos indígenas haga parte de la constitución colombiana. Allí estaría una salvaguarda… el derecho al consentimiento libre, previo e informado con los derechos territoriales, que no se puede cambiar cada cuatro años, impidiendo una autonomía plena y de libre determinación aun en el marco de nuestras propias cosmovisiones.
MIL/CLS: ¿Cómo opera en relación a estos conflictos el Plan de Paz Total del gobierno?
Sería un importante proceso, si se reconoce a la tierra como víctima y si se reconoce los graves crímenes y todos los aportes a los pueblos indígenas. Los planes de vida de los pueblos que dependen de sus territorios, frente a los planes de desarrollo estatales, llevan a fuertes conflictos, a violencia política, en el año 90 al asesinato de tres líderes. Fue agridulce recibir dos grandes noticias que nos cambió nuestra percepción del Estado: por primera vez llegaban dos representantes a la Constitución y toda la agenda indígena y ese mismo día se producen los asesinatos por la defensa de las tierras sagradas, los cuales siguen impunes después de tres décadas.
La Justicia Transicional para la Paz viene avanzando en una visión indígena sobre la tierra, sobre los ecosistemas. Pero se requiere entender que no hay una agenda de paz sino varias. La de los indígenas exige la paz con la naturaleza, la reparación de los daños ecológicos, la eliminación del glifosato, del daño a los ríos, del desplazamiento de comunidades, la consideración de la tierra como sujeto de derechos. Por ello el capítulo étnico de la paz es central para los pueblos indígenas: que la paz esté en el centro, que el tema de la tierra se resuelva.
MIL/CLS: Puede hablarse en Colombia de una derecha extrema, que agudiza la polarización social?
La reconciliación en Colombia es urgente, el planteamiento de los pueblos indígenas permite pensar una nueva agenda para el país. Pero es difícil no ser colocado en algún polo. Eso pasa globalmente: el avance de la derecha es global. Es muy difícil no participar de la polarización, porque el horizonte es crítico, se trata de evitar el gobierno de una derecha extrema o radical. Hay que llegar a una alianza amplia, que pueda captar a esa derecha y a esa izquierda democráticas. América pasa por un momento en el que es importante que pensemos en articulaciones que permitan potenciar las luchas (7).
- Las citas de este párrafo son tomadas de https://www.bbc.com/mundo/articles/c6prxwqr45vo
- “… problema principal [que] explica en parte la violencia endémica, y eso ha tenido un efecto en las maneras como se ejerce el poder, porque el interés del Estado quedó, por primera vez, por encima del interés de otros grupos de poder». Tal programa que “incluye un proceso de paz [integral]… abrió el abanico de preocupaciones de los colombianos, que durante décadas estuvieron concentrados en un conflicto armado en clave de Guerra Fría: ahora los temas son de corte social, económico, medioambiental e incluso cultural.
- Que se expresa en que la “… inflación lleva tres meses bajando, aunque el actual 12% anual sigue siendo alto. También se contuvo la devaluación: el peso colombiano es una de las monedas más revaluadas en la región. El desempleo bajó a un dígito. En el primer semestre de 2023 se registró la mayor tasa de inversión extranjera en nueve años. Y aunque la economía está creciendo poco, es más de lo que se esperaba.
- Durante el último año la deforestación se redujo 29%, según cifras oficiales, hasta la tasa de reducción de bosques más baja en una década. Asimismo, el Congreso aprobó por iniciativa oficialista la entrada de Colombia al Acuerdo de Escazú, tratado internacional para la protección del medio ambiente.
- Los expertos no ven una estrategia clara ni articulada en los diferentes procesos: el marco normativo para el sometimiento de grupos armados está en borrador, no se saben las etapas ni líneas rojas para cada negociación y no hay coordinación entre los varios entes del Estado. La relación con los militares, además, sigue turbia, porque no parece haber consenso sobre la estrategia a seguir. La paz total está cruda, y con ella el futuro del primer gobierno de izquierda en Colombia.
- Mezcla de hojas de coca y sales calizas o de sosa y a veces ceniza, que mascan algunos pueblos originarios de Colombia y Venezuela como estimulante o para no sentir apetito.
- Mayor información sobre el proceso político colombiano puede ser solicitado a La Cigarra.
Felicitaciones a la editorial, a las entrevistadores y ni que hablar a la entrevistada por publicar tan importante articulo sobre la política desde un enfoque pleno e integrado.