A propósito de neoliberalismos, libertarios y otros “arios”

A propósito de neoliberalismos, libertarios y otros “arios”

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El escenario político argentino está convulsionado. La aparición de un movimiento con escasa estructura partidaria, pero con hondas raíces ideológicas en nuestra historia, ha desplazado la anterior dicotomía, aún más hacia la derecha. De manera que habrá segunda vuelta para la elección de presidente, en la que se enfrentan el neoliberalismo más salvaje de los últimos tiempos, con un neo-desarrollismo clásico.

A ojos de expertos, la Argentina presenta particularidades que sorprenden a simple vista; por lo que es necesaria una mirada aguda para captar sus complejidades. Lamentablemente no creo que mi mirada sea un caso de agudeza, ya que sólo alcanzo a darme cuenta de su necesidad. Sin embargo, señalaré algunos elementos para contribuir al debate.

La crisis profunda de 2001/2 parece haber quedado sepultada por la historia, como los dinosaurios lo fueron por el meteorito. Sólo que, en lugar de convertirse en petróleo, se ha convertido en un volcán erupcionando furiosamente contra las clases populares.

La salida de esa crisis provocada por el neoliberalismo salvaje del menemismo, significó un proceso de crecimiento con cierta redistribución de la mano del kirchnerismo. En ése momento parecía clarísimo que las consecuencias del neoliberalismo eran más pobreza, más precariedad y más desigualdades sociales. Hasta el Banco Mundial reconoce en 1997 que las políticas públicas neoliberales habían llevado hasta límites peligrosos la continuidad del orden en Latinoamérica y aconsejaba modificar el rumbo.

En Argentina hubo un retorno en 2015 al neoliberalismo con devastadoras consecuencias para las clases trabajadoras, ya que Macri endeudó al país por los próximos 100 años…Triste situación para quienes somos los “ajustados” en las imposiciones del FMI para poder pagar la odiosa deuda externa.

Sin embargo, y como si la memoria de corto plazo estuviera fallando, a poco tiempo de aquel momento, vuelve el capital concentrado redoblando la apuesta. Para ello engendra un personaje de dudosa sanidad mental, que enarbola propuestas profundamente antidemocráticas y arcaicas, con un disfraz de Novedad.

El desánimo generalizado ante el avance de las formas de explotación neoliberales, la sensación de que no hay muchas diferencias entre las propuestas políticas, significó que grandes grupos de población fueran seducidos por esta mezcla de enojo agresivo con respuestas archi- aplicadas en décadas anteriores.

Distorsión de la realidad sumada a sentimientos de angustia y búsqueda de mesías salvadores hizo un coctel explosivo. No muy diferente a lo que sucedió en otros países, como Brasil y EEUU, pero aquí con tintes particulares.

Imperialismo, neoliberalismo y neocolonialismo

En relación a iluminar algunos elementos que ayuden a comprender la coyuntura, nos parece pertinente situarnos en el contexto internacional. Un mundo en crisis, en el que la búsqueda de ganancias ilimitadas por parte de los capitales concentrados va sumiendo en la miseria a miles de millones de seres humanos, arrasando con todas las formas de vida (que algunos llaman ecocidio por su carácter terminal).

La búsqueda de ganancias ilimitadas por parte del complejo corporativo transnacional genera escenarios apocalípticos que requieren de una profunda red de contención subjetiva colectiva para que los muchos, los nadies, los invisibilizados no se rebelen ante tanta calamidad. Y es desde ahí, que los poderosos apuntan a modelar las subjetividades, particularmente política (s?), afianzando su dominación.

Los procesos neoextractivistas en lo productivo son acompañados de procesos de neocolonialidad en lo subjetivo. La neocolonialidad implica asumir la perspectiva del colonizador, quien despojó a los pueblos no sólo de sus territorios, sino también de su lengua, sus conocimientos, sus creencias, cosmovisiones, reemplazándolas por la mirada del dominador.

Nuestros países periféricos fueron constituyéndose a la luz del imperialismo, el colonialismo y la colonialidad. Y esto que inició hace más de cinco siglos, continúa con plena vigencia en el siglo XXI.

El neoliberalismo es parte de la neocolonialidad, y es mucho más que una propuesta de economía política; es una manera de penetrar las subjetividades para des-humanizarnos, des-politizarnos, neutralizarnos en nuestras capacidades transformadoras, reflexivas, solidarias, humanas, amorosas.

Habría cuatro elementos que intervienen en esta configuración. Susana Murillo rastrea los orígenes del neoliberalismo hasta el siglo XIX, cuando Carl Menger escribe Principios de Economía política (1871) cuestionando tanto al liberalismo como a Marx, cuya primera edición de El Capital había sido publicada en 1867. En esa obra, Menger establece su teoría subjetiva del valor y señala a las relaciones sociales como bienes económicos.

Los temores que los intelectuales orgánicos a la burguesía sentían por las posibles rebeliones de sectores menos privilegiados, les condujo a sentar una estrategia discursiva basada en el principio de libertad para anular toda exigencia por parte de los trabajadores, autoresponsabilizándoles sobre su vida y su muerte.

Por otro lado, en 1865 Galton publicaba en una revista un artículo sobre la eugenesia, ciencia que trata de entender acerca de las condiciones para mejorar las condiciones innatas de una raza; iniciando el paradigma eugenésico naturalizando la superioridad de algunas razas, regiones, países sobre otros. Con lo cual se justificaban los exterminios… hablando de arios…

A ello se suman los aportes de Walter Lippman, quien crea en Estados Unidos la propaganda durante la primer Guerra Mundial, para alcanzar el acuerdo de la población estadounidense a que su país ingresara en la contienda; iniciando así la utilización de una poderosa estrategia para influir en las subjetividades y deseos de las poblaciones.

Los elementos señalados florecen en la llamada escuela austríaca o de Mont Pelerin (Von Hayek, Von Mises) que organiza un entramado político ideológico amparado en el estatuto de verdad científica que justifica y envuelve de racionalidad a las lógicas de producción capitalistas, al tiempo que buscan la manera de penetrar las subjetividades constituyéndose en una gran matrix generadora de tanques de pensamiento para difundir sus ideas por el planeta. Muchos de esos Think tanks están en Argentina y son financiados por gobiernos de países centrales y corporaciones transnacionales. Generalmente, impulsan el libremercado como eje de las democracias.

Uno de los ámbitos privilegiados para la difusión de este ideario fueron (¿y son?) las universidades. En Argentina, en 1959 Alberto Benegas Lynch, desde el Centro de Estudios sobre la Libertad, auspicia la visita de Ludwig von Mises (miembro de la Sociedad de Mont Pelerin) quien dicta seis conferencias sobre los conceptos fundamentales acerca de la libertad de mercado y la importancia de las inversiones extranjeras, reiterando la libertad individual (que, pensaba se conocía poco en estas salvajes tierras) con motivo de la inauguración de la Licenciatura en Economía en la Universidad de Buenos Aires.

Entonces…

El neoliberalismo conforma un complejo entramado político, económico, cultural, ideológico que posibilita la dominación de clase. Detrás de su (una?) supuesta libertad se ocultan fundamentos racistas, clasistas, coloniales, patriarcales, abonados por odios atávicos. La libertad es sólo para los ricos, poderosos y explotadores. Sin embargo, los zorros lograron convertirla en bandera enarbolada por las gallinas, algo impensado hace apenas tres décadas, en la que los zorros debían disfrazarse para gobernar el gallinero.

La estrategia de situar como enemigo al Estado, no resiste archivo. Los ricos y poderosos se han amparado siempre en el Estado para favorecer sus negocios y actividades predatorias, pero los niveles de ambición son tan grandes, que hay grupos a los que les molesta que caigan migajas sobre los sectores populares…

Manipulaciones, mentiras, actuaciones grotescas impactan en el imaginario colectivo como si se tratara de salvaciones. A ello se suman los golpes económicos que los poderosos pueden generar por su posición en los mercados, fogoneando una inflación que oprime a las clases populares, mientras los dueños siguen haciendo grandes ganancias. Frente a una posibilidad de ganancia extraordinaria, el capital arremete y no se detiene ante ninguna calamidad, decía Marx.

Ha llegado la hora de poner freno. De elegir si producimos para los mercados o para la soberanía alimentaria; de resguardar y preservar los bienes comunes; de construir comunidad con todos, todas, todes; de elegir la vida ante la necropolítica. Nunca es tarde para seguir intentando la construcción de Otro Mundo Posible.

San Juan, 2 de noviembre de 2023

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