Necesidad de memoria colectiva

Necesidad de memoria colectiva

Humberto Zambón |

Estas elecciones generales, incluyendo la próxima segunda vuelta, se realizan en un momento económico muy difícil, consecuencia de varios factores: en primer lugar, una elevada deuda externa tomada por Macri con particulares y, fundamentalmente, con el FMI, que no tuvieron contrapartida en obras que hubieren dado mayor bienestar a los que habitamos esta tierra, sino que su importe terminó en el exterior, como capital especulativo o como depósitos en paraísos fiscales; a ello se agregó una recesión mundial, complicada por la pandemia del COVID y la guerra “caliente” en Ucrania, a la que se sumó, ahora, la situación en Palestina. Para completar el cuadro, la región sufre la peor sequía en muchos años, que afectó seriamente la producción agrícola y las posibilidades de exportación argentinas.

No es de extrañar, entonces, que, ante la caída de las exportaciones, el cuello de botella que limita las posibilidades de desarrollo económico se encuentra en la balanza de pagos, en la famosa “restricción externa”, que se manifiesta en una cotización creciente del dólar que, junto la puja distributiva entre sectores económicos por la distribución del ingreso, genera una alta inflación, agravada por grupos dirigentes de la economía, lo que Jorge Alemán denomina “lumper-burguesía”, de mentalidad rentística y con conducta especulativa “que están minando las bases de la economía capitalista”.

Con este panorama económico una elección en cualquier lugar del mundo se presenta difícil para el oficialismo, independientemente de su eventual responsabilidad, y máxime si el candidato es el ministro de Economía.

Enfrente está otro candidato, que se presenta con una agrupación política relativamente nueva bajo el nombre de “La libertad avanza” y que se auto califica como “anarco-capitalista”, que culpa de esta situación a la “casta política” y que sorprende con propuestas irrealizables y, muchas veces, disparatadas: desde “vender Vaca Muerta” a privatizar el mar, o como la venta libre de órganos para trasplante y la libre portación libre de armas.

En educación propone terminar con la escuela argentina, esa de la que estamos tan orgullosos, gratuita, obligatoria y laica, para imponer un sistema de voucher para que las personas puedan elegir dónde estudiar. Declaró en el diario “Perfil” que “El sistema de la obligación no funciona. Si querés estudiar, vas a tener un voucher y vas a poder estudiar. El tema de la obligatoriedad es querer controlar a los seres humanos e imponer tu patrón moral. El que quiera estudiar, estudia, pero obligar no me gusta. La educación dejará de ser gratuita y obligatoria” Además, en el documento-programa, se agrega: “Eliminar la obligatoriedad de la ESI (Educación Sexual Integral) en todos los niveles de enseñanza”. También propone una reforma profunda del sistema de salud con impulso del sistema privado, alentando la competitividad entre las empresas del sector y pone en duda la lucha en favor de los derechos humanos que desde hace 40 años viene desarrollándose en nuestro país.

Sostiene la necesidad de la “flexibilización y desregulación laboral” (forma elegante para decir “eliminación de la legislación social”) y una reforma previsional para recortar el gasto del Estado en jubilaciones y pensiones, alentando un sistema de capitalización privado”.

Respecto a la investigación científica, en el programa de Marcelo Bonelli en Radio Mitre (del 19 de agosto de 2023) dijo que todos los investigadores argentinos son “delincuentes”; mientras que en una entrevista de Jonathan Viale (también del mes de agosto pasado) puso en duda la utilidad del científico: “¿Qué productividad tienen?, ¿Qué han generado los científicos?” y advirtió que “no se nota” su aporte en el desarrollo económico y el progreso social; como consecuencia, propuso eliminar al Ministerio de Ciencia y Técnica y privatizar al Conicet y a toda la investigación.

En el plano económico el caballito de batalla es el cierre del Banco Central y la dolarización, como si esto fuera posible en un país del nivel de desarrollo como el argentino y que, además, se encuentra sin divisas y con elevado endeudamiento externo.

Suele presentarse en los actos públicos portando una motosierra, símbolo de las instituciones y derechos que pretende destrozar y eliminar, mientras grita desaforado “¡Viva la libertad, carajo!”.

Es bueno recordar que el economista Karl Polanyi, en el siglo pasado, explicó que hay dos tipos de libertades, las malas y las buenas. Son malas la libertad de explotación a otro ser humano, la libertad de desforestar la selva o talar los bosques nativos para sembrar soja y la libertad de contaminar ríos y mares, que van a matar la vida en la tierra, libertades que suelen incluirse en “libertad de mercado” o como “libertad de empresas”, que es la libertad que le interesa al neoliberalismo, y que es la libertad que permite a los monopolios fijar precios exorbitantes, para  obtener así enormes ganancias sin tener en cuenta el bien común, incluido lo que se hace con el ecosistema y las instituciones democráticas. Las buenas libertades, decía Polanyi, la libertad de conciencia, la libertad de expresión, la libertad de reunión, la libertad de asociación, la libertad de elegir el trabajo, se extinguen finalmente por la primacía de las malas libertades.

El neoliberalismo (con o sin motosierra) da prioridad a la “libertad” de mercado, con lo que transforma la libertad de la mayoría en la libertad de unos pocos, corriendo el riesgo de caer en el neofascismo.

Su eventual triunfo electoral sería un “salto al vacío” de nuestro país.

Esta situación tiene similitudes con lo ocurrido en Europa hace un siglo. En los años ’20 del siglo pasado Italia sufrió una profunda crisis económica, con inestabilidad monetaria y alta desocupación, agravada por la desmovilización militar después de la guerra, guerra que había dejado una profunda frustración nacional, ya que, a pesar de integrar la alianza vencedora, había sido dejada de lado por Gran Bretaña y Francia en el reparto de los territorios ocupados por los vencidos. Grandes masas, formadas por una clase media empobrecida, empleados y funcionarios que veían proletarizado su situación y, fundamentalmente, los desocupados, vivían una situación que se consideraba social y económica intolerable y con un régimen político acusado de impotencia y corrupción. En esas condiciones, el movimiento fascista creado por Benito Mussolini al finalizar la guerra, con promesas vagas de bienestar, reivindicación nacional y necesidad de un cambio, con otra dirigencia política, creció electoralmente y en 1922 fue llamado por el Rey para formar gobierno (la famosa “marcha sobre Roma” de ese año fue una teatralización para acompañar a la toma del poder)

En Alemania, en los años ’30 ocurrió algo parecido. La crisis de 1929 afectó gravemente a la economía alemana, que venía muy golpeada por una deuda impagable creada por las indemnizaciones impuestas por los aliados en Versalles. Hubo un profundo descontento social debido a la alta inflación, con una clase media proletarizada y elevada desocupación. En estas condiciones económico-sociales creció electoralmente el fascismo alemán (Partido Socialnacionalista), liderado por Adolfo Hitler, que identificaba como responsables de la situación a judíos y marxistas, y que logró apoyo suficiente como para hacerse del poder en forma legal.

Ambos fueron un salto al vacío que pagó muy caro tanto el pueblo de esos países como la humanidad entera.

El conocimiento de la historia actúa como memoria colectiva de la humanidad y permite evitar que se repitan los mismos errores, ayuda a evitar que “se tropiece dos veces con la misma piedra”. Por eso, ante las próximas elecciones, es necesario pedir a los ciudadanos memoria histórica.

Hay un texto del economista argentino Pablo Gerchunoff sobre este tema,  que me permito transcribir[1]:

En «Cien años de soledad», en el mágico pueblo de Macondo, un día acontece una tragedia: una peste se instala en el poblado. Esta peste era más que peculiar. Se trataba de insomnio. Mientras el insomnio avanza, Aureliano Buen Día cae en la cuenta que hay un síntoma más perverso en la peste: Las personas afectadas por el insomnio van perdiendo los recuerdos. Aureliano, como el sabio del pueblo, comienza a tomar medidas. Comienza a poner carteles a las cosas: «Esto es una mesa.“ «Una silla.“ «Una botella”. Aureliano ve que la peste avanza, que la desmemoria puede agravarse. Así, comienza a poner carteles en la vía pública: “Esto es una vaca. Por la mañana se la ordeña. Se hierve la leche. Se la mezcla con café y se toma café con leche”.

Esto que ocurrió en Macondo puede ocurrir en nuestro pueblo. Podemos ser afectados por la peste del desrecuerdo, de la desmemoria. Debiéramos entonces como Aureliano Buen Día salir a colocar carteles: «Esto es una escuela pública, acá se estudia. Se deben crear muchas escuelas públicas.“ «Esto es una universidad pública, aquí se hacen médicos e ingenieros gratuitamente.“ «Esto es un hospital, aquí se atiende gratuitamente a los enfermos“ «Esto es el Anses, aquí se administran pensiones y jubilaciones y se trata con respeto al jubilado.“ “Éste es el Ministerio de Cultura, éste otro del Trabajo, éste otro de Educación, éste otro de Ciencia y Tecnología. Los Ministerios no deben cerrarse ni ser meras Secretarías; en ellos deben garantizarse los derechos de la gente”.

Habrá que salir a poner carteles.

A pegar carteles y votar con memoria colectiva. Como dice el conductor televisivo Gustavo Silvestre, hay que reclamar a nuestro pueblo que tenga “memoria activa”.


[1] Sugerido por el profesor Rubén Vaudagnotto de la Facultad de Economía de la U. N. del Comahue y utilizado en una nota publicada en el portal “Va con firma”, 22-10-23

Un comentario en «Necesidad de memoria colectiva»

  1. Vuelvo al artículo de Humberto Zambón y veo que lo que el consideraba como una posibilidad peligrosa antes de las elecciones, desgraciadamente se está cumpliendo. Es lamentable tener que tropezar tantas veces con la misma piedra, tal vez nos sirva de consuelo la opinión de Galeano: «la historia sea una señora con digestión muuyyy lenta».

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