Carlos La Serna |
¿Por qué Milei? Esta es una pregunta que corroe nuestra cotidianeidad. Mucho se ha dicho y mucho se viene diciendo alrededor del avance de la derecha extrema. El punto de partida de una lectura corta sobre el régimen en el gobierno, se sitúa como es generalmente compartido en los ocho años que corren entre 2015 y 2023, años que comenzaron primero con el ajuste, los negocios privados y el lawfare de Macri para culminar en 2019 con una deuda externa de magnitudes indecibles que sirvió al negocio de la fuga de capitales más grosera de la historia, también para interponer un límite serio a las posibilidades de un desarrollo autónomo para nuestra sociedad.
A ello siguió la indolencia irresponsable del gobierno de Alberto Fernández en materia económica, que alimentó el crecimiento de la pobreza y de la concentración y transferencia regresiva del ingreso. La inexistencia de toda voluntad política destinada a satisfacer las demandas que el electorado expresara, borró toda memoria sobre ciertas realizaciones, generando las condiciones para la radicalización de la derecha, de su discurso y sus prácticas antagónicas. Quizás la principal deriva de dicho período resida en la más brusca interpelación a la democracia que trajera el triunfo de Milei, merecedor de un voto excedente respecto a su núcleo duro que había comenzado a conformarse en las elecciones de renovación del Parlamento en el 2021.
Este indeseable fenómeno, para nada aislado, se inscribe en una lógica global (Bolsonaro, Trump, Bukele, varios gobiernos europeos) que madura en la defección de las expresiones progresistas, ó socialdemócratas, ó popular democráticas, fracasos estos que potencian los gérmenes de derecha siempre presentes en cualquier sociedad. El trasfondo político-cultural de estos desplazamientos políticos ha sido estudiado (Sadin ) como un proceso de cambio subjetivo, extendido y profundo, al que caracteriza como una mutación epocal. En el título y subtítulo mismos de su obra (“La era del individualismo tirano. “El fin de un mundo común”), efectúa tal proposición, cuyo locus principal se entreteje en las redes de comunicación por internet, al abrigo de disimulados apoyos (think tank, estados, empresas). Las subjetividades que allí se enjugan y emergen, se enraízan en esos tiempos de insatisfacciones, como sentimientos de rechazo frontal, dando lugar a una modalidad relacional en la que el sujeto no admite más verdad que la propia, esto es no reconoce al otro al que considera lisa y llanamente un enemigo.
Sin duda, este proceso, así o mejor descripto, tiene lugar discursivo y material. Ha avanzado desde las múltiples amenazas en manifestaciones y en plazas, en el ataque al congreso, hasta el intento de asesinato de la ex vicepresidente, avance éste que se da bajo la protección judicial y policial, creando obviamente un campo de posibilidades que en nuestra opinión habilita el discurso violento del candidato y adláteres de Javier Milei, discurso que lejos de morigerarse con su acceso a la presidencia de la nación, se hace más cruel y entreguista, situándose en las antípodas de la humanidad y la solidaridad nacional y social.
Ahora bien, la posición en la ofensiva de la derecha, nos dice también que hay otra/s posición/es, otras fuerzas que se recomponen de la posición defensiva en la que cayeran. Esto es, que LLA y las fuerzas de derecha que la acompañan no están solas en el campo de la política, que se va produciendo un cada vez más abigarrado proceso de interpelación a este dominio de la derecha. En otros términos creemos estar más que ante una dominación o hegemonía absoluta, frente a un proceso de polarización entre la tendencia antagonista que Sadín caracteriza y que hoy representaría LLA, detentando el poder del Estado, y, por otro lado, aquella que aún en posiciones defensivas sigue apostando por una política de corte adversarial (Mouffe), que comporta el reconocimiento del otro como parte legítima de la vida política. Se trataría pues de un campo de tensiones, de una disputa político-cultural que viene siendo aventajada por una derecha extrema que hace gala de un autoritarismo cruel y radicalizado no cuestionada con la potencia colectiva que pudiera afectar la legitimidad con que aún cuenta.
En lo concreto, asistimos a una coyuntura dominada por la disputa alrededor de los dispositivos nodales del inusitado y autocrático plan de gobierno. Referimos claro está al DNU 70/23 y a la denominada Ley Ómnibus, ambos golpeados en sus líneas de flotación. La primera retirada por el oficialismo en Diputados, la segunda rechazada por la oposición en Senadores. No obstante, el carácter mayoritario de tales derrotas, Milei cual Sísifo arremete con promesas de nuevos decretos y nuevas leyes, con pactos cuya ausencia de concesiones impiden considerarlos como una vía legítima de diálogo.
La oposición de corte adversarial, si bien tiene entre sus principales protagonistas a actores de fuerte peso político -el sindicalismo, los bloques opositores del parlamento, diversos movimientos sociales y colectivos, ciertos gobiernos provinciales, etc.- está buscando superar aún lo que podría constituir su fatal fragmentación. A tenor de ciertos trascendidos, la articulación política se explica, pasaría por una primera fase de maduración del conflicto, algo que se entiende llevaría a una multiplicación de las protestas sociales que surgirían como respuesta de lxs directamente afectadxs al ejercicio ofensivo, empobrecedor y entreguista de las políticas del régimen.
Se buscaría de tal forma que la resistencia no sea el resultado de un enfrentamiento directo entre polaridades (libertarios+PRO vs kirchneristas+FIT) como fuerzas políticas, enfrentamiento que así reducido, restaría a dicha última fuerza las posibilidades de sumar y articular la multiplicidad de demandas no satisfechas, limitando así el entramado indispensable a una transversalidad política alternativa.
Tal estrategia puede ser entendida bajo el razonable supuesto según el cual en la batalla político cultural que se desarrolla “… las antinomias no desaparecen, pero pierden su carácter sustancial y se transforman en campos de tensiones polares, entre las que es posible encontrar una vía de salida” (Agamben). Dicho de otra forma, la potencia de cualquier transformación no está en los polos sino en las expresiones políticas que emergen de los mismos.
“El problema, sobre todo, es que si no se comprende lo que se pone en juego en el fascismo, no se llega a advertir siquiera el sentido de la democracia”.
Se trata de apelar pues a situaciones y/o posiciones que, no siendo polares, se sienten cada vez más marginadas, mas agredidas en sus valores e intereses por la marcha del gobierno en ejercicio. Algunas de estas posiciones temen por el potencial explosivo del programa en marcha, por la desestabilización (¿aún mayor?) que éste generaría a sus negocios económicos y políticos, otros, quizás la mayoría, expresan una resistencia al daño cruel e inhumano que el autoritarismo comienza a generar en realidades sociales muy concretas, daño que destruye los pilares de una institucionalidad democrática, sin duda muy perfectible, pero merecedora de defensa. Expresiones mayores de esta ampliación de la política a distancia de los polos, han sido por la diversidad de su concurrencia, como por las banderas que se reivindicaran, el paro de la CGT, el 8M y lo será el 24 de Marzo. El encuentro de protestas sectoriales y transversales quizás genere como las coincidencias estratégicas para el desarrollo de intentos tendientes a buscar una convergencia política que a corto o mediano plazo genere las posibilidades de un genuino cambio democrático.
Se estaría apelando de tal forma a un ejercicio de la oposición que busca retomar el sentido amplio de la política y así la construcción de una democracia afirmada en el desconocimiento e insatisfacción de múltiples demandas. Se trataría en este itinerario de la construcción de una alternativa política que se opone a la reducción del mundo vital, de la economía y de la cultura, proyecto este que abriga una minoría absoluta cuyo poder sostiene a LLA. Se trataría de una política que busca en su ejercicio responder tanto a los perjudicados, como defender el itinerario de esa diversidad democrática que aún existe en lo económico y político, como en la riqueza de las experiencias culturales que nos constituyen.
Tal construcción democrática excedería idealmente la lógica puramente social e intervencionista del estado, en tanto se asienta sobre la base de una dinámica de participación que apunta a recrear y reconstruir los lazos políticos y así la capacidad de (re)centrar en el pueblo la base de su soberanía. Sindicatos, asociaciones de pequeños, medianos y grandes empresarios, movimientos sociales de promoción y defensa de derechos (derechos humanos, género, economía solidaria, ambiente, recursos estratégicos, etc.), asociaciones profesionales, intereses regionales, sin dejar de considerar la vigencia de un sistema político-institucional que se erige a partir de un sistema de partidos de rasgos plurales, sin desconocer el rol incrementado de los estados provinciales. Toda una densa trama que opera en el campo de la política y que LLA no alcanzará jamás a comprender. Toda una inmensa trama susceptible de una reconfiguración de lugares, posiciones, relaciones, poderes que apunte al desarrollo de una sociedad genuinamente democrática que no puede sino resultar de esa política que se erige sobre el reconocimiento del otro, de ese adversario que constituye a la patria misma.
Este 24 de marzo de 2024, las organizaciones convocantes vuelven a manifestar y a poner en acto aquella potencia anti dictatorial instauradora de la democracia, convocando bajo la consigna “La patria no se vende, en la calle se defiende”. El 24 de marzo será otra fecha de lucha contra la disolución.